Pues porque sí

¡Porque hay males que ya llevan milenios!

¡Porque son mejores cien pájaros volando!

¡Porque incluso en literatura, nada está escrito!

May 14, 2011

Tropos, rimas y métricas de cadáveres

En un fragmento de Alocución a la poesía, escrito por Andrés Bello en 1823 desde Londres ––con esa ya establecida fijación por la patria que da la distancia, y que no siempre incurre en idealizaciones–– se lee:


¡Colombia! ¿qué montaña, qué ribera,
qué playa inhospital, donde antes sólo
por el furor se vio de la pantera
o del caimán el suelo en sangre tinto;
cuál selva tan oscura, en tu recinto,
cuál queda ya tan solitaria cima,
que horror no ponga y grima,
de humanas osamentas hoy sembrada,
feo padrón del sanguinario instinto
que también contra el hombre al hombre anima?
 
No es, amigos lectores, que el conflicto colombiano sea tan difícil de entender como lo implican las formas del poema. La intención, sin embargo, no es ahondar el argumento repetido de las suertes infaustas de la muy sufrida patria. Queremos, simplemente, usar el fragmento como reflexión metapoética y breve ejemplo de análisis textual.
          La dificultad del poema radica en que este despliega con cierto exhibicionismo decimonónico aquello que tanto confunde hoy nuestra distracción televisiva: el hipérbaton. El hipérbaton, como recordamos, es aquella figura o tropo literario que altera la sintaxis de las oraciones para dar expectativa y suspenso, de un lado, como para concordar con la métrica y rima planeadas: en este caso, versos endecasílabos con rima consonante.
          Así hoy, que el verso libre nos oprime, que tal si el poema dijera:


¡Colombia! ¿qué montaña queda,
qué ribera o qué playa inhóspita;
cuál selva tan oscura, o cuál cima,
que no ponga horror y grima?
Pues donde antes sólo se vio
el suelo tinto de sangre
por el furor de la pantera o del caimán,
hoy está sembrado de osamentas humanas,
pues el feo instinto sanguinario
también anima al hombre contra el hombre.
Es de admitir, sin embargo, que aunque nuestra reescritura del poema algo aporta a su claridad, esta resulta anacrónica e insuficiente: ya panteras ni caimanes hay.

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