Dentro de la lucha normal por la supervivencia ––y de la que muy a mi pesar todavía no me libro––, han llegado a mi mente, no sólo algunas ideas optimistas sobre mis posibles virtudes laborales, sino además el texto Selected Stories de Robert Walser, y más en particular su “The Job Application”.
Es así que, respaldado por una autoridad literaria, me reafirmé en presentar algunos de mis rasgos más notables, en este mundo de inclemente competencia laboral, y procedí a anexar, junto a mi esquelético curriculum vitae, las siguientes observaciones personales.
Estimado Doctor X*:
Soy un joven desempleado, pobre pero honrado, y mi nombre es Sebastián. Estoy buscando un trabajo que sea cómodo y me tomo la libertad de preguntar, de manera amable y respetuosa, si tal vez usted no cuente entre sus oficinas ventiladas, luminosas y confortables, con una posición así. Sé que su compañía es grande, reconocida y prestante, por lo cual me inclino a suponer, optimista, que pueda disponer de alguna pequeña vacante para mí, fácil y entretenida, de forma que, como en una cálida madriguera, me pueda resguardar. Es importante que sepa que soy una persona óptimamente dotada para ocupar un cubículo modesto, pues soy de naturaleza delicada y, esencialmente, como un niño silencioso, respetuoso e imaginativo que se siente feliz ante la idea general de que no pido mucho, para así apropiarme de un rincón muy, muy, muy pequeño de existencia donde pueda ser útil a mi manera, y sentirme a gusto. Un espacio pequeño, silencioso y con una buena vista ha constituido siempre la materialidad de mis sueños, y sí ahora las ilusiones que tengo en usted crecen al punto de esperanzarme con que mi sueño pueda ser transformado en una viva realidad, entonces, usted tendría, en mí, al más fiel y leal de los servidores, pues yo procedería con absoluta conciencia a ejecutar con precisión y puntualidad todas mis tareas. Sin embargo, es importante que sepa, ni tareas largas ni difíciles puedo ejecutar, y mi mente se agota ante obligaciones que exijan mucha constancia. No soy una persona particularmente astuta y, ante todo, no me gusta tener que extenuar mi inteligencia. Soy más un soñador que un pensador, un cero más que una fuerza, una persona grave más que una aguda. ¿Existe en su gran compañía ––me pregunto respetuosamente––, con sus muchas dependencias y funciones subsidiarias, un tipo de trabajo que pueda yo realizar como si me encontrara en medio de un sueño? La única necesidad que conozco es la de sentirme a gusto, de modo que cada día, de ser posible, pueda agradecer a la Vida por todos sus favores. Asimismo, la ambición de llegar lejos me es desconocida; África y sus desiertos, y en parte debido a mi imaginación, no son para mí tierras extranjeras.
Así pues, ahora que sabe qué tipo de persona soy, y como ya habrá podido notar, mi escritura tiene algo de gracia, no se equivoca al pensar que no carezco en absoluto de inteligencia. Mi mente es lúcida, aunque se rehúsa a dar cuenta de cosas cuando son muchas, o demasiadas, y por ende las olvida. Soy una persona honesta y sincera, y estoy consciente de que tales valores representan un bien preciado en este mundo en el que vivimos, así que estaré a la espera, mi estimado Señor, para ver cuál será la respuesta que usted se digne a dar, a este, su respetuoso sirviente, a ratos positivamente sumiso y obediente.
*Traducción arbitraria pero fidedigna de una traducción al inglés del texto original en alemán. (¿!?)