Pues porque sí

¡Porque hay males que ya llevan milenios!

¡Porque son mejores cien pájaros volando!

¡Porque incluso en literatura, nada está escrito!

September 30, 2011

My Troubles With Women


Como la mala frase que evoca las fuerzas inesperadas de la casualidad, los hilos caprichosos de la determinación, la inexplicable causalidad del hado, o los laberínticos entresijos del azar, de manera similar el inevitable, loco, fortuito, indescifrable, intrincado o laberíntico destino me trajo a las manos el libro de cómics Mis problemas con las mujeres, de Robert Crumb, y en versión españoleta, tíos. Como si mi falta de conciencia no hubiera ya tenido suficiente y mis culpas pudieran castigarse, o redimirse.
Lo curioso del encuentro radica en que el libro apereció justo aquel día, allí, y de la mano de mi buen amigo Bethu, el mismo amigo libidinoso y procaz que acostumbrara hacer competencias indecorosas en nuestra temprana juventud, y para mayor perjuicio de mi ego, siempre ganara.


Fue en un martes radiante de finales de julio. Yo iba a su casa por primera vez en muchísimos años, y él, luego de brindarme con una mazamorra helada con panela —“Ay de los que disfruten de tales goces, pues para ellos está destinado el verdadero reino del Señor”—, comenzó a exhibirme sus últimas adquisiciones literarias, teóricas, y cinematográficas. 
Tenía, entre ellas, el Libro verde de Gadafi junto a una colección de poemas de Cavafis —lo juro—; un pequeño texto de George Simmel sobre las sociedades secretas, ideal para justificar o sosegar el conspirómetro interno; y un documental sobre Garganta profunda —aquel clásico setentero—, en que su protagonista femenino, Lynda Lovelace, narraba sus historias ahora ligadas a la práctica evangélica, o adventista del Séptimo Día, o rosacruzana y su activismo antipornográfico, y su protagonista masculino, Harry Reems, en que años después, frustrado ante la imposibilidad de ser tomado en serio por la academia —la cinematográfica, especifico—, se suicidó. ¿O fue Reems el testigo de Jehova y Lovelace la asesina en serie? No importa.


           Lo que importa es que tomé al azar —o loco, fortuito, indescifrable, intrincado o laberíntico destino— este libro de cómics en mis manos y fue como una revelación. Sólo con abrir sus páginas, ligeramente, ventilándome luego un poco la cara, sentí el aire común que rolaba entre nosotros, la “química”, y me lo llevé. Creo que Bethu me lo regaló, y si no, al menos por esos días, el libro me pertenecía más a mí.
Mi amigo tenía que trabajar y nos despedimos prontamente. Pero mi noche de lujuria apenas comenzaba. Luego de caminar por diferentes barrios, de Malasaña a la Gran Vía y de ahí a Las letras, finalmente me detuve en Lavapiés, solo con mi seca lubricidad, a tomarme una cerveza, y a leer. Fue sólo cuestión de minutos para que las guarras de aquel bar se me hicieran todas apetitosas, y para que las insinuantes figuras de Crumb convocaran parcializadamente aquel viejo debate entre la teoría y la experiencia. 

Decidí entonces salir de allí presuroso e ir al encuentro de aquella gringa abundante que se hospedaba en el cuarto del lado en mi pensión barata. En repetidas ocasiones habíamos intercambiado diálogos insinuantes y miradas furtivas entre los resquicios y bordes de nuestros computadores mientras descansábamos en el hall. Había llegado la hora y allí estaba ella, aparentemente desprevenida, pero dispuesta. ¡Había llegado la hora! —me repetí luego victorioso—, y, ya a oscuras en mi habitación, me desnudé, di libre rueda a mi pudor, me deslicé entre las sábanas, encendí aquella pequeña y tenue lamparita en forma de vela, vestí mis gafas de protección y me lo devoré.

September 22, 2011

De locos, mancos, salamancas y escolásticas

Dice el viejo refrán consignado entre otras en Don Quijote, “Lo que natura no da, Salamanca no presta”. De otro lado, nos dice la mala noche salmantina, “En Salamanca, la que no es puta, es manca”, y cuestiona el dicho seguidamente: “¿Y ve usted, caballero, alguna manca?”. Así camaradas, si brutos o deformes, pues demalas.
           El imaginario popular construido alrededor de esta histórica ciudad universitaria parece entonces debatirse entre discusiones fundacionales sobre naturaleza y cultura, constitución innata y comportamiento adquirido, y asimismo, entre la iluminación brindada por la academia o la brindada por goces que requieren, digamos, otro tipo de concentración y disciplina.

No obstante la corrección política es algo que no podemos dejar de atender, más allá de los cuestionamientos de género, representación inequitativa del sexo femenino, cultura patriarcal dominante y opresión, yugo, silenciamiento, infamia, etcétera, recordemos la evidencia que registra sin parangón esa nefaria naturaleza femenina en El licenciado Vidriera, escrito por Don Miguel de Cervantes Saavedra. En esta, una mala doncella da una pócima brujeril a nuestro buen licenciado y lo enloquece. Como quien dice, ya hubieran querido el manco y el bruto mejor toparse con una manca.
Desde el comienzo de la historia a orillas del Tormes, el jovencillo Vidriera, al encuentro con grandes señores, manifiesta su intención aplicada de ir a Salamanca a estudiar, allí donde “de los hombres se hacen obispos” (e infame aquel que osó decir que lugar aquel en donde de los obispos se hacen auténticos demonios). Y el joven promisorio estudió, viajó por diferentes naciones, regresó a Salamanca, se graduó de Licenciado, y, para perjuicio del Bien, conoció esta mala mujer que lo envenenó y le perdió el juicio: “Como si hubiera en el mundo yerbas, encantos ni palabras suficientes a forzar el libre albedrío”.
Ya loco, lo que antes fuera el distinguido licenciado Rodaja, presto a hacer cumplir la ley, pasó a ser el licenciado Vidriera, nombre acuñado desde su impresión paranoide de que el contacto de los otros podría lastimarlo y quebrarlo, como al vidrio, ¡en España la sutil! Atrás quedarían entonces la buena tradición escolástica aprendida y los valores y reflexiones de un ciudadano de Bien. 
El loco Vidriera, como es de esperar, era un caso perdido. Repentino vegetariano, “carne ni pescado, no lo quería”, imposible abstemio y naturalista, “no bebía sino en fuente o en río”, extremo ambientalista, “los veranos dormía en el campo a cielo abierto, y los inviernos se metía en algún mesón y en el pajar se enterraba hasta la garganta”, como si fuera un hombre de vidrío: transparente, delicado y sensible. Estaba loco de remate, y era una amenaza inminente para la sociedad. Y como buen loco y caso perdido lo suyo tampoco era el silencio, ni la prudencia, ni mucho menos la objetividad. Así se soltaba en diatribas contra los poetas y malos poetas: “¿Qué se ha de decir sino que son la idiotez y la ignorancia del mundo?”, y seguía:

“––¡Qué es ver a un poeta de estos cuando quiere decir un soneto a otros que le rodean, las salvas que les hace, diciendo: “vuesas mercedes escuchen un sonetillo que anoche a cierta ocasión hice, que, a mi parecer, aunque no vale nada, tiene un no sé qué de bonito”! Y en esto, tuerce los labios, pone en arco las cejas y se rasca la faldriquera, y de entre otros mil papeles mugrientos y medio rotos, donde queda otro millar de sonetos, saca el que quiere relatar, y al fin lo dice, con tono melifluo y alfeñicado”. Desconsiderado Vidriera, como si alguna vez nos hubiéramos molestado con algún melifluo y a la vez no ambicionáramos cierto alfeñicamiento.
¿Y qué decir de otras artes? “Dijo que los buenos pintores imitaban la Naturaleza, pero que los malos la vomitaban”, y que los titiriteros y cuenteros ––si recuerdo bien–– debían ser expulsados del reino.
¿Y qué de otros oficios reputados?: “El juez nos puede torcer o dilatar la justicia; el letrado, sustentar por su interés nuestra injusta demanda; el mercader, chuparnos la hacienda; finalmente, todas las personas con quien de necesidad tratamos nos pueden hacer algún daño; pero quitarnos la vida sin quedar sujetos al temor del castigo, ninguno: sólo los médicos nos pueden matar y nos matan sin temor y a pie quedo, sin desenvainar otra espada que la de un recipe; y no hay descubrirse sus delitos porque al momento los meten debajo de la tierra”.

¿Y qué de las consecuencias de nuestras vidas laborales en nuestras comunidades locales, ya globales? “La honra del criado descubre la del amo. Según esto, mira a quién sirves y verás cuán honrado eres.”
Y finalmente sobre la esperanza y la felicidad: “Preguntole uno que quién había sido más dichoso en el mundo. Respondió que Nemo (Nadie), porque “Nadie conoce su ascendencia; Nadie vive sin culpa; Nadie está contento con su suerte; Nadie sube al cielo”.
Conocimiento innato o adquirido, putas o mancas, locos y necios, vagancias o escolásticas, señor todopoderoso, no nos dejes caer en tentación, y líbranos de este Mal.